miércoles, 29 de enero de 2014
CAPITULO 21
Paula se quedó boquiabierta al oír
eso, y nuevas imágenes lujuriosas
asaltaron su mente. «Primero lo del sofá
y ahora la pared...», pensó. Era como si
Pedro tuviera superpoderes de
seducción, o al menos la habilidad de
infundir un potencial erótico a los
objetos más mundanos.
—¿O quizá sea eso lo que estás
esperando?
La voz ronca de Pedro y la amenaza
implícita en sus palabras la hizo salir
del cuarto de baño a toda prisa. Si se
hubiese dado la vuelta, habría visto que
la sonrisa se había borrado de los labios
de él y que su rostro se había contraído.
Pedro plantó la palma mojada en la
pared de azulejos de la ducha y soltó
una palabrota entre dientes. Aunque
estaba seguro de que había logrado
tentarla,Paula no había querido
arriesgarse a ceder a la tentación.
Tomó la pastilla de jabón y se puso a
frotarse con fuerza, aprovechando esos
momentos a solas para barajar sus
opciones. Ninguna de ellas parecía
conducirle a lo que quería: que Paula
accediese a pasar tres meses con él.
Estaba bastante seguro de que, aunque
fuese contra los principios morales de
Paula, si le ofreciese una noche de
pasión sin ataduras, se entregaría a él
sin pensárselo dos veces. Pero no quería
solo una noche, ni tampoco quería
perder el tiempo con un cortejo a la
manera tradicional: empezar a salir,
conocerse y demás.
¿Qué podía hacer? Si no conseguía
convencerla, al día siguiente Paula
tomaría un avión y solo volvería a saber
de ella para el papeleo del divorcio.
Bajó el mando de la ducha de un golpe,
se frotó el rostro con la mano para
quitarse el agua, y sacudió su cabello
mojado.
Luego salió de la ducha, se lio una
toalla en la cintura y se preparó para el
adiós que estaba seguro que le esperaba
al otro lado de la puerta. O quizá en el
salón de la suite, aunque ciertamente no
en el sofá.
Sin embargo, al abrir la puerta del
baño vio que en una esquina del
dormitorio, envuelta en el enorme
albornoz y sentada en un sillón orejero
con las piernas dobladas debajo de ella,
estaba Paula.
—Muy bien —dijo jugueteando
nerviosa con sus dedos—, seré tu
esposa.
Paula siguió hablando, pero Pedro
ya no estaba escuchándola, y en un abrir
y cerrar de ojos cruzó la habitación y la
levantó del sillón para rodearla con sus
brazos mientras silenciaba sus labios
con un beso.
Ya le diría luego lo que tuviera que
decirle, cuando se hubiese disipado el
efecto de la descarga de adrenalina que
estaba teniendo en ese momento. Paula
le puso las manos en el pecho y lo
empujó suavemente entre risas.
—Espera —le pidió tomando su
rostro entre ambas manos—. Espera un
momento, Pedro; tenemos que poner en
claro algunas cosas antes de que esto
vaya más lejos.
Pedro, que estaba conduciéndola a
la cama, sacudió la cabeza.
—Luego. Acuerdo postmatrimonial,
lo que sea, ya lo hablaremos en otro
momento; o mañana.
—No, eso no es lo que... —Paula
giró la cabeza para mirar detrás de ella
—. No, Pedro, en serio; a la cama no...
Pero él ya la estaba tumbando en ella.
—Sé que te gustaba la idea de la
pared del baño, pero dale una
oportunidad a la cama; no te
decepcionará.
Volvió a apoderarse de sus labios, y
su mano subió por el muslo y se
introdujo por debajo del albornoz hasta
llegar a la cadera. Paula se arqueó
debajo de él, gimiendo dentro de su
boca, y sus manos se aferraron primero
a sus hombros y luego a su pelo. Era tan
sexy... Y era suya.
Esa noche iba a besar y acariciar
cada centímetro de su cuerpo. Sin
embargo, cuando abandonó sus labios
para besarla en el cuello, Paula farfulló
algo entre dientes y le pidió que parara,
y no tuvo más remedio que incorporarse
para mirarla.
—Ahora, Pedro, tenemos que hablar
ahora porque no puedo acceder a todo.
Tenemos que poner unas normas básicas
de convivencia.
—Normas de convivencia —repitió
él. No le gustaba cómo sonaba eso—.
¿Como cuáles?
Paula se quitó de debajo de él, se
ajustó el cinturón del albornoz y
mirándolo a los ojos le dijo:
—Nada de sexo.
Pedro apretó los dientes y resopló
lleno de frustración.
—¿Te refieres a esta noche? —
inquirió, aunque ya sabía la respuesta.
—No, me refiero a todo el tiempo
durante los tres meses de prueba.
Obligándose a reírse en vez de
maldecir, Pedro sacudió la cabeza.
—Olvídalo, Paula. Si esto va a ser
un matrimonio de verdad, aunque de
momento solo sea de prueba y por tres
meses, ¿por qué reprimirnos? El sexo es
algo sano que forma parte de la vida de
pareja.
—Es una distracción demasiado
grande —protestó ella—. Ni siquiera
podía pensar con claridad ahora mismo,
cuando estábamos... —murmuró
moviendo la mano entre los dos— aquí,
en la cama. Se trata de mi futuro, del
resto de mi vida, y necesito pensarlo
bien.
Pedro frunció el ceño.
—Tendrás tiempo de sobra para
pensar, cariño. ¿Qué tal si te prometo no
«distraerte» cuando estemos hablando
de algo importante?
—Me temo que esa concesión se
queda corta. Cuando estamos juntos,
aunque solo estemos besándonos...
Pedro, me cuesta muchísimo mantener
la cabeza fría incluso en esos momentos,
y es mi futuro el que está en juego.
De acuerdo, sonreír como un tonto
probablemente no era lo más adecuado,
pensó Pedro, ¡pero qué narices, le
gustaba lo que estaba oyendo! De modo
que la afectaba hasta ese punto...
—¿Te he dicho ya lo feliz que soy de
que te hayas casado conmigo?
—Pedro, hablo en serio —le espetó
ella, levantándose enfadada de la cama.
—Y yo —él se levantó también y le
puso las manos en los hombros—. En lo
que se refiere a que te quedes
embarazada..., obviamente esperaremos
a que estés convencida de que esta es la
vida que quieres, pero en cuanto al
sexo... Lo siento, Paula, pero eso no
puedo prometértelo; sé que diga lo que
diga intentaré seducirte.
—Y yo te rechazaré —respondió ella,
aunque sus ojos traicioneros
descendieron a la boca de él.
—Me parece justo —Pedro le
acarició el labio inferior con el pulgar
—. Y yo, naturalmente, si me dices que
pare, pararé.
Paula asintió y cerró los ojos. Dios,
era preciosa.
—Sé que lo harás —Paula abrió los
ojos de nuevo e inspiró profundamente
—, pero yo seré capaz de resistir la
tentación. Puedo hacerlo —dijo, más
para sí misma que a él.
Pedro no pudo evitar que una
sonrisa traviesa se dibujase en sus
labios.
—Bueno, puedes intentarlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario