miércoles, 29 de enero de 2014

CAPITULO 22



Pero ¿es que te has vuelto loco? —
exclamó Hernan al otro lado de la línea.
Pedro pagó al dueño del puesto de
periódicos del aeropuerto.
—¿Me creerías si te dijera que me he
vuelto loco, que me siento como si
flotara y que estoy completamente
enamorado? —le respondió, levantando
del suelo su bolsa de viaje.
—No —contestó Hernan con sequedad.
—Bueno, está bien, tienes razón —
Pedro miró los paneles con las puertas
de embarque y las horas de salida y
miró su reloj—: no es verdad. Estoy
perfectamente cuerdo, con los pies en el
suelo, y casado con una mujer
guapísima, sexy e inteligente que resulta
que es todo lo que buscaba en una
esposa.
—Vaya, no sabía que estuvieses
buscando a una cazafortunas —dijo su
amigo con retintín—. De haberlo sabido
te habría recordado a cualquiera de las
docenas de ellas que han estado
arrojándose a tus pies durante los
últimos diez años. ¿Cómo te dejaste
convencer?, ¿te echó algo en la bebida?
Pedro apretó la mandíbula irritado
mientras se dirigía a la cafetería donde
había dejado a Paula. Había imaginado
que así sería como lo verían los demás,
las conclusiones que sacarían al saberlo,
y se había dicho que no le importaba lo
más mínimo, pero la verdad era que le
molestaba, y mucho.
—Por supuesto que no. De hecho, más
bien podría decirse que fue al revés.
En ese momento vio que Paula salía
de la cafetería, con una bandejita en una
mano en la que había un par de cafés y
una bolsa de papel con bollos, y el
maletín de su portátil en la otra.
Se detuvo para que no oyera su
conversación con Hernan.
—Eh... Pedro, ¿de qué estás
hablando? —le preguntó su amigo sin
comprender.
—Dejé que bebiera demasiado y no
se acuerda de casi nada de lo que pasó
esa noche.
—Déjame adivinar —dijo Hernan con la
misma aspereza de antes—: seguro que
sí recordaba que os habíais casado.
—Sí, pero por desgracia no recuerda
por qué accedió cuando se lo pedí, y me
ha costado bastante convencerla para
que me dé una oportunidad. Vamos
camino de Denver para recoger sus
cosas y va a vivir tres meses de prueba
conmigo.
—¿Me tomas el pelo? —inquirió su
amigo con tal incredulidad que hasta se
le escapó un gallo.
Pedro no pudo evitar sonreír.
—No. Ya sé que parece una locura,
Hernan, pero sé que es la mujer adecuada, y
me gusta muchísimo.
—¿Y sabe lo de Carla?
—Sí, se lo conté la noche que nos
conocimos. Bueno, lógicamente a la
mañana siguiente no se acordaba, así
que se lo volví a contar.
Durante la charla que habían tenido
esa mañana para refrescarle a Paula la
memoria, ella le había preguntado si
había tenido alguna relación seria.
—No puedo creer que ni siquiera me
la hayas presentado. Quiero conocerla...
ahora que sé que no te llevó al altar a
punta de pistola —dijo Hernan.
Pedro sonrió y empezó a caminar de
nuevo, levantando una mano para que
Paula lo viera. Cuando ella le sonrió
también sintió un cosquilleo en el
estómago.
—Ya te la presentaré.
—Está bien, pero quiero detalles, así
que comienza por el principio.
—Apenas te habías marchado con la
camarera se presentó en nuestra mesa la
«gimnasta» y me entró con la que debe
ser la peor frase para ligar de la
historia.
—¿La gimnasta? ¡No fastidies!
Paula llegó junto a él en ese instante,
y debía haber oído la última parte,
porque enarcó una ceja, como divertida,
y se puso de puntillas para decir por el
teléfono:
—No soy gimnasta.
Pedro se rio y sonrió al verla
sonrojarse cuando la besó en la sien.
—Está bien, es verdad —le confesó a
Hernan—, no es gimnasta y no era una frase
para ligar...

2 comentarios:

  1. que buenos cap me encantaron las reglas de paula me dan al siglo 17 jajajja pero me gusta te mando besos y espero el siguiente

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