Siete horas antes...
Hasta ese momento, Pedro había
pensado que Paula no podía ser más
adorable que cuando se reía. Sin
embargo, tuvo que admitir que también
le gustaba oír sus grititos de placer y
verla hacer una especie de baile de la
victoria meneando el trasero cuando las
luces de la máquina en la que estaba
jugando se volvieron locas, anunciando
que había ganado.
Habían estado comiendo algo en un
bufé del casino que les había
recomendado un empleado, y Paula
había decidido probar suerte con una de
esas máquinas.
Lo había sorprendido... otra vez.
Hacía un rato, en medio de una
conversación intrascendente, se había
abierto a él, contándole más acerca de sí
misma. Era una romántica en proceso de
curación después de que le hubieran roto
el corazón, una mujer que había creído
en el amor pero que había descubierto
que eso era algo que parecía estar fuera
de su alcance. Lo había aceptado, le
había confesado, porque estaba cansada
de perseguir algo inalcanzable.
Era una belleza con cerebro: una
programadora informática freelance con
confianza en sí misma pero a la vez
modesta, lo que la hacía aún más
atractiva, independiente y sin miedo a
desafiar los convencionalismos para
conseguir lo que quería. Y además era
amable, divertida y sexy.
Pedro, dejándose llevar por un
repentino impulso posesivo, se quitó la
chaqueta, y se la echó a Paula sobre los
hombros. Era absurdo, pero lo volvía
loco el solo pensar que algún otro
hombre pudiese ver ese trasero tan
bonito que tenía.
—Toma, ponte mi chaqueta; con el
aire acondicionado aquí hace un poco de
fresco —le dijo.
—¡No puedo creerlo! —exclamó
Paula volviéndose hacia él—. Nunca
había ganado nada.
Pedro sonrió mientras la ayudaba a
meter los brazos en las mangas. Le
ajustó las solapas, diciéndose que
estaba haciendo aquello solo porque no
quería que Paula se enfriase. Luego, en
vez de dejar que sus manos
permanecieran tan cerca del tentador
escote en v, se dispuso a doblarle los
puños de la chaqueta para que las
mangas no le quedasen tan largas, y no
pudo evitar quedarse admirando sus
finas muñecas.
—Pablo... —murmuró ella,
observando cómo le acariciaba
suavemente con el pulgar la cara interna
de la muñeca.
—Pedro —la corrigió él, sin saber
qué diablos estaba haciendo.
Paula alzó lentamente la vista hasta
sus labios, y se quedó mirándolos como
si quisiese devorarlos. Pedro se
preguntó si tendría idea de lo seductora
que era. Sus ojos se encontraron.
—Pedro —repitió ella en otro
murmullo.
Dios... Le encantaba cómo decía su
nombre. Sobre todo cuando no se
equivocaba y lo llamaba Pablo. Se le
estaba ocurriendo una idea estupenda
para ayudarla a recordarlo: repetición
acompañada de refuerzo positivo, del
tipo que la dejaría sin aliento y la haría
jadear y suplicar. Durante horas.
Podría llevar las cosas un poco más
allá. Había estado flirteando con ella,
pero a pesar de cada cumplido había
mantenido las distancias, y había
evitado el contacto visual cada vez que
le había dicho algo sugerente. Y lo había
hecho porque algo le decía que podían
saltar chispas entre ellos. Sin embargo,
no podía negar que quería más.
Momentos después estaban fuera del
casino, rodeados por las brillantes luces
de la ciudad.
—Fíjate, decías que no tenías suerte y
has dejado secas dos máquinas de esas,
una detrás de otra —le dijo Pedro a
Paula—. Deberíamos volver dentro
para que probaras con otra cosa, como
la ruleta.
Ella dejó escapar un suspiro.
—No creo que sea buena idea; sería
tentar a la suerte. Me contentaré con lo
que he ganado.
—Bueno, ¿qué quieres hacer ahora?,
¿quieres ir a otro sitio? —le preguntó
Pedro, aunque intuía que había llegado
el momento de la despedida.
No quería que la noche acabara, pero
Paula tenía sus planes, después de
todo, y la respetaba por ello. Admiraba
que tuviera claras sus prioridades, y
probablemente eso era en buena parte lo
que hacía que se sintiese tan atraído por
ella.
Paula bajó la vista.
—Lo he pasado muy bien —murmuró
jugueteando con los botones de su
chaqueta, que ya le había devuelto—,
pero debería volver a mi hotel.
—Yo también lo he pasado muy bien,
pero estamos en Las Vegas, la ciudad
que nunca duerme; la noche es joven.
Ella alzó de nuevo la vista a sus ojos.
—Para mí ya es muy tarde —dijo
irguiendo los hombros—, y mañana
tengo un día muy largo por delante.
—La boda de tu prima.
—Sí. Y tengo que inventarme unas
cuantas mentiras sobre nuestra noche
juntos —respondió ella con una sonrisa
traviesa—; tengo que darles a Josefina y a
Sofia algo jugoso para mantenerlas
entretenidas.
—¡Vaya!, ¿vas a mentirles sobre mí?
—Pedro le puso una mano en el hueco
de la espalda para conducirla al borde
de la acera y parar un taxi—. Me siento
halagado.
Paula esbozó una media sonrisa.
—En realidad, probablemente no lo
haga. Querría poder hacerlo, y sería
estupendo ver sus caras, pero soy
incapaz de mentir.
—¿Así que eres de esas personas que
siempre actúan honradamente?—
inquirió él.
—Supongo que sí —Paula se mordió
el labio inferior y añadió—. No siempre
es lo más conveniente, pero la mayoría
de las veces me evita problemas.
Pues si no dejaba de morderse el
labio no podría hacer nada para evitar
lo que se le estaba pasando a él por la
mente, pensó Pedro.
Paula vio cómo estaba mirándola y
apartó la vista.
—Con mujeres como esa tal Sofia y
esa tal Josefina, yo creo que no decirles
nada sería tan efectivo como decirles
que soy un semental... lo cual, dicho sea
de paso, es la verdad. Deja que las
devore la curiosidad y que especulen.
—¡Oooh...! ¡Eso las volvería locas!
—exclamó Paula llevándose una mano
a la boca y dando saltitos de excitación
—. Estoy segura de que tienen una
imaginación mucho más fértil que la
mía.
—Si necesitas dar rienda suelta a la
tuya, en eso podría ayudarte —se
ofreció él con una sonrisa lobuna.
Las mejillas de Paula se tiñeron de
rubor, y Pedro vio la vacilación en sus
ojos. Estaba seguro de que en ese
momento estaba debatiéndose entre la
tentación de alargar una noche que los
dos habían disfrutado y lo que su
conciencia le aconsejaba.
—No lo dudo —murmuró ella—.
Pero...
—...pero tienes un plan —concluyó
él.
Pedro alzó la cabeza hacia el cielo
nocturno, exhaló un largo suspiro, y
parpadeó cuando bajó la cabeza de
nuevo y sus ojos se posaron en un cartel
de neón. Paula tenía un plan... pero tal
vez esa no fuera la única posibilidad.
Dios... No quería que aquella noche
terminase.Pero si dejaba que se
prolongase solo podía pasar una cosa.
Y, por mucho que la tentase la idea de
dejarse seducir por él, no era así como
vivía su vida.
Tampoco importaba que le pareciese
más un alma gemela que un extraño, o
que nunca fuese a presentársele de
nuevo la oportunidad de olvidarse de
todo y pasarlo bien, como había hecho
esa noche. Si cedía a sus impulsos, al
día siguiente se arrepentiría. Y sería una
lástima después de lo bien que lo habían
pasado, de modo que tragó saliva e hizo
lo que tenía que hacer.
—Sí, tengo un plan —respondió.
Cuando dijo esas palabras sintió un
vacío en su interior, un vacío distinto al
que llevaba sintiendo mucho tiempo.
—Gracias por esta velada tan
maravillosa —añadió.
Los labios de él se curvaron en una de
esas sonrisas enigmáticas.Era tan
tentador... tan tentador...
—Paula, respecto a tu plan... —dijo
Pedro tomándola del codo—, hay una
cosa por la que siento curiosidad.
—¿Qué cosa?
Pedro dejó que sus dedos se
deslizaran por el brazo de ella y tomó su
mano antes de bajar la vista a sus labios
y murmurar:
—Esto.
Cuando la besó,en un primer
momento, como no se lo esperaba,
Paula se quedó paralizada por la
impresión. Luego sintió los labios de
Pedro frotándose lentamente contra los
suyos, con una presión suave pero firme,
y un cosquilleo se extendió por todo su
cuerpo.
Oh, sí... Aquel era el broche perfecto
para una noche que no quería que
acabase. Instantes después despegaron
sus labios y su aliento se entremezcló.
—Pablo... —musitó ella.
—Pedro —murmuró él, tan cerca
que ella casi notó la vibración del
sonido en sus labios.
Paula parpadeó, y alzó la vista a sus
ojos.
—¿Qué? —inquirió aturdida.
Él esbozó una media sonrisa.
—Has vuelto a llamarme Pablo.
—Perdona; Pedro —se corrigió
Paula. Exhaló un suspiro y cerró los
ojos un instante, saboreando el momento
—. Ese beso no ha estado nada mal.
Pedro la tomó de la barbilla.
—Solo ha sido un aperitivo de lo que
viene a continuación.
Ella iba a protestar, pero antes de que
pudiera hacerlo o dar un paso atrás,
Pedro tomó sus labios de nuevo como
si se creyese con derecho a hacer con
ellos lo que le placiese. Las manos de
Paula subieron a su camisa como si
tuvieran voluntad propia, y los dedos
estrujaron la tela al tiempo que un
gemido escapa de su boca. Ese segundo
beso fue explosivo, ardiente, como si
fuera a consumirla.
Era la clase de beso que debía
reservarse para la intimidad; la clase de
beso que nunca habría permitido en
medio de la calle. Al cabo de un rato,
cuando Pedro la atrajo hacia sí,
apretándola contra su cálido cuerpo,
dejó de pensar en que no debería estar
dejando que aquello ocurriese.
La destreza de su lengua estaba
haciendo que de repente sintiese que su
boca era un territorio sin explorar.
Nunca había imaginado nada tan
exquisito como cada lenta pasada de la
lengua de Pedro contra la suya. Sus
manos subían y bajaban impacientes por
el torso de él. Quería más; mucho más.
Tal vez se arrepintiera de aquello al
día siguiente, pero estaba segura de que
no tanto como lo haría si se hubiese
marchado en ese momento.
Cuando Pedro se echó hacia atrás,
poniendo fin al beso, a Paula le faltaba
el aliento. Estaba sedienta de más besos,
desesperada.
Se quedaron mirándose a los ojos un
buen rato en un silencio tenso.
—Creo que los dos queremos lo
mismo —murmuró.
Paula asintió temblorosa.
—Pero tendremos que ir a tu hotel —
le susurró—. No podemos ir al mío;
comparto habitación con Josefina y con
Sofia.
Pedro bajó la cabeza y le dio un
largo y lento beso en los labios antes de
decirle al oído:
—Se me ocurre algo mucho mejor.
Y, de repente, sin previo aviso, la
agarró por las caderas y se la subió al
hombro antes de ponerse a andar. Paula
se echó a reír, llamándole cavernícola, y
exigió saber dónde la llevaba.
—Tengo un plan —contestó él
entusiasmado—. Te lo contaré por el
camino; el sitio donde vamos está aquí
mismo.
Naaaaaaaaaaaa, me muero!!!!!!!!!!!!! Genia!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarme encantaron los 5 capespero mas besos
ResponderEliminarBuenisimos los capitulos,me encantaron.
ResponderEliminarWow! buenísimos! Me leí todos los q subiste juntitos y quiero más!!! Me encantaron!
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